martes, 15 de diciembre de 2009

La piel

En la piel de la memoria están tatuados los instantes más fecundos de mis días; ciertas noches en las que la cercanía de la Luna y la redondez de su brillo níveo lo permiten, apuro a tragos las horas para que así, súbitamente, me sorprenda la madrugada desmadejando las palabras secretas que se convierten en misterios y silencios…

Verás, mi piel ya no es tan tersa como antes. He perdido la frescura de su tono y la elasticidad de mi epidermis, pero a cambio he ganado algo: el tiempo se ha encargado de tallar en ella surcos profundos donde sólo quien cultiva con buenas manos ha podido dejar caer sus semillas. Los amigos entrañables –entre los cuales te encuentras tú- , han arado en ella para que los granos de esperanza y buenaventura germinen bien, dejando que crezca la raíz profunda en el centro del corazón…

Pero hay algo más que esconde mi ajada piel: en ella cual si fuera corteza de un árbol imperecedero, ciertos amores conocidos y otros no tanto han tallado nombres y fechas, comienzos y finales, hasta convertirla en códice que revela en sus volutas y espiras el tenue recuerdo de infancia de muchas manos y labios que algún día me tocaron y no podrán volver a hacerlo jamás…

Sea pues, que el vasto territorio descalzo de mi piel se pliega y se extiende cual lienzo de papel, permite que se acerque quien lo desee para escribir algún signo, quizá un poema, una simple letra que en su brevedad deslice la inmensidad del recuerdo que se lee en silencio y en voz alta y fuerte también.

Es entonces que descubro ahora que piel y huellas se entremezclan, como quien desanda el camino sólo para reinventarse y descubrirse gracias al prodigioso encanto de una sonrisa que se vuelca inquieta montada en un cometa de papel. Mapa milenario por costumbre y recorridos, hay abundantes rutas trazadas en mí que abarcan la geografía inexacta de mis manos y mis piernas, de mi pecho y mi espalda, de mi antes y mi después. La brújula desquiciada únicamente es útil para algunos como tú, navegantes de quimeras que no temen despeñarse en las profundidades de ese mar de confusiones en que a veces se convierte el amor…

Me estoy dando a la tarea de construir en los años por venir una obra inexacta en la que quede catalogada cada fibra de mi piel: alfabéticamente escribiré en ella los nombres y las fechas, los minutos y los instantes, los sueños y las pérdidas; haré un inventario de mis insomnios y de las causas de mis fiebres. Redactaré minuciosamente, entre otras cosas, las sensaciones que el viento y la humedad de unos labios imaginariamente vertieron en una tarde de sueño extraño, en la que te alcancé a descubrir de una manera muy distinta, genuina y tenue, entre un mar de música y silencios que tal vez sin quererlo nos sorprendieron para que esta amistad de lejanía y promesas se llegara a dar… Todo esto que te cuento estará escrito en el capítulo de una letra bella, para que cuando alguien lo lea en la penumbra prodigiosa de un atardecer en la playa descubra el por qué siempre existirán buenos motivos para atreverse, de vez en cuando, a besar la locura y buscar en las alforjas el secreto que te une a esta historia de mi desgastada y maltrecha piel, ésa la que se puede leer como lee la palma de la mano el adivino, como el astrónomo a las estrellas, como un ciego lee las sombras cálidas de un lejano y extraño sentimiento, algo que a veces pareciera hacernos sentir un pequeño y añejo amor…

1 comentario:

Carol J. dijo...

k lindisimo!!! me encantas!!!