Debo confesarlo:
He perdido el sentido del gusto,
No concibo el sabor de lo extraviado,
No recuerdo aquel fruto jugoso
Que siempre disfrutaba mi exigente paladar.
Más aún:
No he hallado causa precisa que explique
Por qué, de un tiempo a la fecha,
Mi piel se encuentra invadida de esa extraña amnesia
Que no reconoce la sensación electrizante
Del tacto de unos labios que se han extraviado
Una lejana mañana al despertar.
¿Qué será?
De tanto dejarme ver desnudo ante ti
He descubierto que la ausencia de sensaciones
Ya no me lastima como lo hacía antes;
Creo que mi piel ha llegado a acostumbrarse
Al frío filo de las palabras recurrentes
Que siempre desatas sin pensarlas,
Cada vez que el hambre de ti me agota
Y me deja a la deriva, perdido en las multitudes
Que siempre me miran, pero nunca me encuentran.
Pero
Ciertas tardes en que dejo colgada la resignación
En alguna vieja rama de estos extraños árboles
Que abundan en los solitarios parques
De esta asfixiante ciudad-prisión,
Me atrevo a caminar por los vastos territorios
De la palma de tus manos con mi piel descalza.
Desprovisto de temores y prejuicios
De algún modo intento hacerte saber que,
- ¿no te has dado cuenta?-
Hace muchos días que me perteneces...
Es simplemente que tu mirada no es vasta,
Ni es lo suficientemente profunda
Como para que en un atisbo vespertino
Descubras las mil diferentes formas
En que voy dejando al interior de ti algunas marcas,
Huellas profundas que, aunque se agote el tiempo,
Quedarán diluidas en tu memoria incógnita,
Aquella que visitas en los momentos más oscuros
De melancolía y soledad.
Esta noche,
Protegido por el manto de la oscuridad
Dejaré tendido mi cuerpo desnudo,
Desprovisto de memorias añejas
Y nombres que algún día me pertenecieron;
Ahí estaré en algún camino conocido
Como esos que transitas de mañana a tarde
Con exasperante prisa
-rumbo al trabajo-
-de vuelta a casa-
De regreso a ese extraño hueco en que te refugias
Cuando adviertes que no tiene sentido el tiempo,
Cuando reconoces que te devora la premura
Por alejarte de algo sin saber a dónde realmente llegarás.
Ahí...
Ahí estaré tendido para ti:
Delgado y frágil como el cristal por el que miras
En las noches de lluvia pertinaz,
Porque a eso me acostumbraste con tu eterno sentido de la negación.
Seré un territorio que –sabes muy bien- te pertenece,
Y sin embargo nunca lo alcanzarás a recorrer de verdad;
Extenso y oscuro porque has aprendido que así es como se disimula
Lo que crece sin nacer, lo que se convierte en credo impronunciable;
Porque aún en la tormenta
Te gustaría convencerte
De que falta mucho para que llegue el día
En que las bromas de la vida nos regresen al sitio exacto
Donde descansará el recuerdo de alguien que siempre tarda,
Que a veces no llega,
Que tarde o temprano se alejará
Como un sueño extraño que navega
En la incierta balsa de la vida que se va.
Javier Ruiz Paredes