Andaría detrás de tu belleza con el espíritu intenso de un cazador; la bestia humana que descubre en el desierto de tu piel extensos trazos de febril geografía femenina, hurga en el inmenso vacío de su alma, intentando recuperar algo preciso y a la medida, un juguete hecho de palabras que no pare nunca de hablar y no se agote de escuchar.
Amigo: no busques el consuelo si no aprovechas los espacios frecuentes para deshebrar los miles de hilos con los que podrás jugar a tejer tus negadas obstinaciones. Precisa quién te quiere, quién ronda sigiloso por tus veredas todavía y, cuando lo ubiques, vigila tus prados y tu puerta, el buzón y el tapete de la entrada principal; corre a grandes zancadas cuando adviertas a una sombra deslizarse. Y cuando la tengas al alcance, no la sometas. Sedúcela con las palabras que son el origen de la luz; hazla llorar deslumbrada por lo que dices, pues será esa la única oportunidad para que deje de negarte posibilidad alguna con pretextos inverosímiles.
Ahora, ya sin argumentos, la sentencia de tus convicciones la orillará a ser parte profunda de tu regazo, nido fértil de tu deseo que en jugo fecundo se diluirá para lograr que tu ansia enfebrecida navegue en ese misterioso mar que se agiganta y se desborda pleno, cada vez que te entregues sin pudor para amar de verdad.